Wash Westmoreland / Richard Glatzer
¿Necesitamos finales felices a cualquier precio? ¿Unas migajas de esperanza? ¿La certeza de que todo se arreglará antes de que se enciendan las luces de la sala? Ese debe ser al menos el sentir que impulsa a ciertos directores y guionistas norteamericanos a forzar sus finales cuando tratan sobre latinos en los US. Tal es el caso de los responsables de Quinceañera. En este film, el embarazo milagroso de Magdalena, interpretada por la debutante Emily Ríos, es lo de menos, la excusa. Lo importante es ver cómo cambia Echo Park, convirtiéndose en un barrio fino para ricos blancos; los prejuicios sexuales de la vieja comunidad frente a la libertad que muestran los nuevos vecinos (las dos parejas que aparecen son homosexuales ricos y exitosos) y los problemas creados por las diferencias raciales y económicas: “Dinero, ya sabes, eso que no crece en los árboles y hace girar el mundo”, escuchamos decir a la buena samaritana que aceptará alquilar su apartamento por menos de un tercio del precio. Pero a pesar de todo, de que asistimos a cómo las cosas se complican cada vez mas, el “milagro” con explicación científica consigue que todo sea, no sólo como antes, sino incluso mejor que antes, mucho mejor.
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